miércoles, 15 de julio de 2015

Citas de mermelada




He optado por poner las citas en un orden cronológico, de manera tal que podemos analizar el comportamiento de la gente que escribía o decía cosas relacionadas a la comida a través del tiempo. El seguimiento cronológico de esta página está determinado por la fecha de deceso de la persona que pronuncio “Su cita”, de esa manera podemos verificar si alguna fue robada de épocas posteriores y acreditada por otro (Lo que hoy llamamos plagio). Las “citas” mencionadas en los libros, figuran con el año que se imprime ese libro o con la muerte del autor del mismo (He optado por colocarlas de esa manera, si a alguien se le ocurre algo mejor, humildemente gracias!!!.

Citas relacionadas


1871
Mermelada ayer, hoy y mañana

"Alicia le desenredó cuidadosamente el cepillo, y trató de arreglarle el pelo lo mejor posible. "¡Bueno, ahora teneís  bastante mejor aspecto!", dijo, tras cambiarle de sitio la mayoría de los alfileres. "¡Pero la verdad es que deberíais tener doncella!"
-¡Por supuesto, te contrataré encantada! -dijo la Reina-. A dos peniques la semana, y mermelada cada dos días.
Alicia no pudo por menos de reírse, mientras decía: "No quiero que me contratéis... y no me gusta la mermelada".
-Es una mermelada muy buena -dijo la Reina.
-Bueno de todos modos hoy no me apetece.
-Hoy no la tendrías ni aunque quisieras -dijo la Reina-. La regla es: mermelada ayer, mermelada mañana... pero nunca hoy.
-Pero de vez en cuando debe haber "mermelada hoy" -objetó Alicia.
-No; no puede ser -dijo la Reina-. La mermelada toca al otro día; como comprenderás, hoy es siempre éste.”
Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll, fue un diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor británico (1832 - 1898). Obra: A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.


1948

“-Un momento -dijo-. Deja que te enseñe lo que traigo. ¿Trajiste ese asqueroso café de la Victoria? Ya me lo figuré. Puedes tirarlo porque no lo necesitaremos. Mira.
Se arrodilló, tiró al suelo la bolsa abierta y de ella salieron varias herramientas, entre ellas un destornillador, pero debajo venían varios paquetes de papel. El primero que cogió Winston le produjo una sensación familiar y a la vez extraña. Estaba lleno de algo arenoso, pesado, que cedía donde quiera que se le tocaba.
-No será azúcar, ¿verdad? -dijo, asombrado.
-Azúcar de verdad. No sacarina, sino verdadero azúcar. Y aquí tienes un magnífico pan blanco, no esas porquerías que nos dan, y un bote de mermelada. Y aquí tienes un bote de leche condensada. Pero fíjate en esto; estoy orgullosísima de haberlo conseguido. Tuve que envolverlo con tela de saco para que no se conociera, porque…”
George Orwell. Obra 1984. Segunda parte. Capítulo IV

“Pero no necesitaba explicarle por qué lo había envuelto con tanto cuidado. El aroma que despedía aquello llenaba la habitación, un olor exquisito que parecía emanado de su primera infancia, el olor que sólo se percibía ya de vez en cuando al pasar por un corredor y antes de que le cerraran a uno la puerta violentamente, ese olor que se difundía misteriosamente por una calle llena de gente y que desaparecía al instante.
-Es café -murmuró Winston-; café de verdad. -Es café del Partido Interior. ¡Un kilo! -dijo Julia.
-¿Cómo te las arreglaste para conseguir todo esto?
-Son provisiones del Partido Interior. Esos cerdos no se privan de nada. Pero, claro está, los camareros, las criadas y la gente que los rodea cogen cosas de vez en cuando. Y… mira: también te traigo un paquetito de té.
Winston se había sentado junto a ella en el suelo. Abrió un pico del paquete y lo olió.
-Es té auténtico.
-Ultimamente ha habido mucho té. “
George Orwell. Obra 1984. Segunda parte. Capítulo IV

“Julia se levantó, se puso el «mono» e hizo el café. El aroma resultaba tan delicioso y fuerte que tuvieron que cerrar la ventana para no alarmar a la vecindad. Pero mejor aún que el sabor del café era la calidad que le daba el azúcar, una finura sedosa que Winston casi había olvidado después de tantos años de sacarina. Con una mano en un bolsillo y un pedazo de pan con mermelada en la otra se paseaba Julia por la habitación mirando con indiferencia la estantería de libros,…”
George Orwell. Obra 1984. Segunda parte. Capítulo IV

“Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada. “
Poema: Rutina  A Ricardo Bada
Héctor Joaquín Abad Faciolince, escritor y periodista colombiano


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